Suerte de antihéroe del rock and roll, contemporáneo de Elvis, fascinó a Los Beatles y fue telonero de los Rolling Stones.
Su vida tuvo un velo de misterio que supo cultivar a través de los años; Roy Orbison, uno de los mayores artistas de rock and roll, encarnó a un antihéroe en medio de un mundo artístico que se complacía con las imágenes de una masculinidad desafiante. Este viernes 6 de diciembre se cumple un nuevo aniversario, el trigésimo primero, de su muerte, tan pudorosa como su carrera musical: falleció de un infarto a los 52 años mientras dormía. Una vida donde los éxitos y las tragedias familiares se turnaron para hacer de Orbison una verdadera leyenda.
Tuvo grandes éxitos como Oh Pretty Woman (1964), Crying (1961), Running Scared (1961), la bellísima In Dreams (1963) y Only The Lonely (1960), entre otras, y llegó a encandilar a los mismísimos Beatles durante una gira por Escocia, en abril de1963, cuando el público fascinado con Orbison coreó: “¡Queremos a Roy, queremos a Roy!”, ante el asombro de los propios gigantes de Liverpool.
Lo curioso en ese mundo de fama y estrellas, la mayor parte fugaces, fue su sempiterna modestia en las buenas y en las malas. Orbison creó su estilo sin arquetipos, a partir de sus propias características, muy buen guitarrista y compositor, con una voz única y un registro que abarcaba varias octavas, pero una timidez espantosa y un histórico pánico escénico sólo aliviado por sus anteojos negros, su vestimenta oscura y su guitarra como escudo.
Se hablaba de él como de una “celebridad anónima”. Mientras que sus pares, Elvis Presley, Buddy Holly o los Everly Brothers eran todo movimiento sobre el escenario, Orbison se quedaba quieto y planteaba un dilema para aquella juventud: si el rock and roll era movimiento, ¿por qué, entonces, no se mueve? Una especie de antihéroe de enorme talento y una media sonrisa tímida.
Roy Orbison, con Claudette Frady, su primera esposa, que tuvo un destino trágico.
Fue también un hombre perseguido por las tragedias. En junio de 1966 mientras viajaban en moto con su esposa Claudette Frady, reconciliados tras un asunto de infidelidad, tuvieron un accidente. Un automóvil se detuvo y abrió la puerta, en el choque murió de manera instantánea Claudette.
Dos años después, en septiembre de 1968, mientras daba un concierto en Inglaterra, su casa en Tennessee se incendió. Allí murieron sus dos hijos mayores, Roy y Anthony.
Todo en su vida parecía sin sentido, pero fue un nuevo amor el que lo rescató de ese dolor. En marzo de 1969, se casó con Barbara Jakobs, una joven alemana, y aunque siguió sacando discos, ni una vez en casi diez años logró ubicar un tema en las listas de los más vendidos. En 1977, durante una estadía en Hawaii le descubrieron un serio problema cardíaco a causa del cigarrillo, que lo obligó a un triple by-pass coronario. Sin embargo, jamás pudo dejar de fumar y, por si fuera poco, también arrastraba una persistente úlcera duodenal que le traía problemas desde 1960.
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